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abril 2020

El jazz no es pose, moda ni trending topic.

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Hoy se celebra el Día Internacional del Jazz para sensibilizar a los seres humanos sobre sus virtudes y sus enseñanzas. Del jazz podemos derivar innumerables lecciones, aplicables a cualquier rama de la actividad humana. El jazz nos enseña a interactuar, a escuchar para entender y a entender para dialogar. A través del arte de la improvisación, el jazz nos enseña a vivir el presente, sentir su insustituible energía y explotar sus infinitas posibilidades. Pero más que nada, el jazz nos enseña a adaptarnos al otro, a comprendernos para transformar juntos la realidad en algo positivo. El jazz lidia con el presente. 

 

El presente es amnésico, realista agnóstico que se alimenta del ser; es un insaciable goloso de átomos, materia, sensaciones, cuerpos, vibraciones, sonidos, arte, música y jazz.

(fragmento de mi libro Arte, Consciencia y Vida, aforismos cuánticos) 

 

Sin embargo, algunas ideas equivocadas sobre el jazz han sepultado sus verdaderas virtudes, impidiendo que éstas desarrollen su verdadero potencial para conquistar el gusto del público a nivel mundial. Uno de los principales estigmas es que el jazz es elitista, a pesar de que nace en el seno de la gente, de un pueblo afroamericano segregado que ejerce la expresión lírica e improvisada del blues como un canto a la libertad, como una forma de expresión que le otorgaría a la humanidad herramientas para confrontar cualquier situación. Sobre otros mitos del jazz escribí esto en mi libro Arte, Consciencia y Vida. 

El jazz no es pose, moda ni trending topic.

 

«El jazz no necesita guaridas secretas ni lugares oscuros con más sombras que personas. No necesita estar en un rincón ni mendigar la atención de nadie haciendo concesiones o vendiéndose al mejor postor. No necesita acompañarse de queso y vino ni es música funcional que engalane un evento con músicos vestidos de esmoquin.  El jazz no es sax ni cantante con vestido sexy. No es los Kralls ni los Bublés. ¡El jazz no es una persona!  El jazz no es día festivo para que se programe una vez al año.  El jazz no es pose, moda ni trending topic. El jazz no es caos, desorden ni anarquía.  El jazz no está muerto, sepultado en la trompeta de Armstrong, encapsulado en los dedos de Peterson o congelado en el refrigerador de la melomanía conservadora.  El jazz no está en Nueva Orleans ni en la sobrevalorada vanguardia de Nueva York.  El jazz no es Take Five ni la Chica de Ipanema ni la música de la Pantera Rosa.  El jazz no es negro ni blanco ni azul, latin, fusión o  free.  El jazz no es para “relajarse” ni es música para viejitos.  El jazz no es música de elevador (en todo caso, ¡te eleva al cielo!). El jazz no es estigma, prejuicio ni juicio.  El jazz no es elitismo ni prototipo.  El jazz no es de nadie, es de todos. El jazz es. 

El jazz se funde con todo pero no se lo traga nada.  El jazz no sólo hace bailar al cuerpo, también al espíritu. El jazz es un movimiento, una fuerza, un huracán; una manera de reaccionar ante la vida y la muerte.  Es una persona que irrumpe el silencio con notas improvisadas, una vez dichas y después olvidadas, cuya fugacidad impacta, penetra, pasma, noquea, hace y deshace el corazón de un escucha con mente y corazón abiertos.  El jazz es el único que se atreve a dialogar con su interlocutor al tú por tú, con los recursos que se tienen, sean pocos o muchos, pero honestos al fin.  ¡El jazz es y siempre será accesible!» 

 

El jazz es caída libre que se confunde con vuelo, silencio que se confunde con paz, cuerpo que se confunde con instrumento.

 

El jazz es un espejo del instante que quiere ser reflejado en el alma del que escucha; un eco que quiere resonar intacto en el espíritus; euna sucesión de puertas que van abriendo paso a la vertiginosidad de las ideas, que corren libres entre las bifurcaciones, encrucijadas y laberintos que el tiempo va poniendo a su paso, evadiendo caminos conocidos y estirando los límites de la libertad; es tener música resonando en la cabeza a todas horas, hasta confundirse con locura. El jazz es caída libre que se confunde con vuelo, silencio que se confunde con paz, cuerpo que se confunde con instrumento; es la ansiosa espera de la nota que irrumpe súbitamente en nuestra existencia, invadiendo el espacio con un sonido cuyas vibraciones nos sorprenden, nos sacuden y nos transforman.  El jazz es un riesgo que concatena posibilidades para parir un solo momento, el elegido, el que nos toca vivir y escuchar; es nobleza, generosidad y entrega.  El jazz nos enseña que en la vida nada está escrito y que podemos recorrer nuevos caminos que no existían; senderos únicos que nos someten a una aventura en donde el riesgo nos llevará a metas desconocidas.

A través de la improvisación podemos comprender la verdadera esencia del jazz. (Ver mis dos artículos en este mismo blog sobre los mitos de la improvisación). 

¿Cómo podemos aplicar la improvisación a nuestras vidas? 

La improvisación es irrepetible como lo es una conversación entre amigos, es etérea como lo es una manifestación honesta de alegría o de tristeza, y es tan simple como la expresión de un deseo o de un lamento.

Desde que despertamos y decidimos sobre qué lado de la cama nos vamos a levantar para enfrentar la vida. Nada está escrito. Cada segundo elegimos cómo vivir entre un millón de posibilidades. ¿Cómo sabemos la mejor manera de proceder si no es improvisando? Cada movimiento obedece a una trama espontánea que se desdobla mientras la vamos escribiendo. La fuerza de nuestra voluntad arrolla como una avalancha todo lo que encuentra a su paso improvisando, decidiendo con qué inercia vamos a hacer caer las piezas de dominó, causando un efecto que determinará el curso de la historia.  ¡La humanidad es una orquesta improvisadora! Átomos que vamos chocando unos con otros al azar, creando fusiones o explosiones en un carnaval de jazz interminable. ¡Trayectorias que se entrecruzan y otras que nunca se rozarán! Cada gesto sorprende, cada palabra es nueva, siempre dotada de un fresco baño de presente. La naturaleza también jazzea. Combina elementos para mostrar una cara distinta cada día, como si estuviera siendo bosquejada al instante por un pintor que improvisa. La luz siempre es diferente. El paisaje se transforma, y cuando queremos capturarlo, se nos escapa de las manos como las notas de un solo de jazz.  Y cuando miramos con atención, vemos al mundo como si fuera la primera vez, la eterna primera vez, como cuando eramos niños, como cuando decidimos serlo cada día.

Eso es jazz.  La vida es jazz.

Celebremos. 

La inseguridad en los artistas.

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Es común la inseguridad en los artistas. El arte es un camino tortuoso de altas y bajas. Al terminar una obra, el artista puede experimentar la más intensa de las satisfacciones, seguida del más desolador de los fracasos, especialmente cuando no encuentra la respuesta que esperaba.  A pesar de que el público tiende a idealizar la imagen del artista para hacerla congruente con su idolatría, el artista suele enfrentarse a grandes problemas existenciales que lo persiguen durante toda su vida. La creatividad, la emoción y la sensibilidad son estados sutiles y cambiantes que lo sumergen en un mundo ideal y subjetivo, difícil de compaginar con las exigencias de un mundo real, objetivo y funcional.

 

En su idilio, el artista puede pensar que crea para sí mismo, sin saber que es un poderoso catalizador de su momento histórico;

 

El artista crea desde su trinchera idealista, desde la fábrica de sus sueños, en el presente de su soledad, recopilando experiencias buenas y malas, mezclando igual que un químico alegrías y tristezas en el laboratorio de su mente en que experimenta y falla, triunfa y cede, se encuentra y se pierde. Los errores van puliendo secretamente su maestría, que los aciertos dibujan con mayor claridad. En ese momento de total sumisión a los dictámenes de la creatividad, no piensa en mostrar su obra al mundo. Sin embargo, tarde o temprano se enfrenta con ese dilema.

En su idilio, el artista puede pensar que crea para sí mismo, sin saber que es un poderoso catalizador de su momento histórico; sin saber que el momento de enfrentar su obra con un público es ineludible, sin saber que será un privilegio y al mismo tiempo una responsabilidad. En momentos de efervescencia creadora, el artista se considera a sí mismo como el salvador del mundo. Crítico social por excelencia y un inconforme por naturaleza, piensa que su arte es herramienta de transformación de la sociedad, pero ante la resistencia de la misma sociedad para ser transformada, ante la lucha que significa el arte y vivir del arte, no puede evitar encontrarse con el muro oscuro de la frustración. El artista se encuentra siempre en un punto de debilidad tratando de atravesar ese muro y de fortalecerse, luchando contra corriente y manteniéndose a flote, eternamente protagonizando las primeras filas de esta lucha, de esta revolución que es el arte. 

En palabras del artista visual Jon Juanma “Arte revolucionario significa arte comprometido con la transformación revolucionaria del mundo [… ] una fuerza cultural que ayude a tomar conciencia, impulso, valentía e incluso alegría a los hombres y las mujeres del mundo, para afrontar esa noble y difícil tarea.”

Noble y difícil tarea sin duda y poco valorada por una sociedad basada en patrones económicos, que instaura  en el artista un terrible y permanente sentimiento de incertidumbre. A esto el artista no es inmune. Es al mismo tiempo un factor que lo afecta y el motor que lo propulsa. 

Van Gogh es la representación fiel del artista insaciable cuya fiebre creativa forcejea -para mantenerse viva- entre dos franjas de la realidad, la que ensombrece y la que exalta la brillantez de su genio.

La Noche Estrellada de Vincent Van GoghLa Noche Estrellada de Vincent Van Gogh. 

Existen muchos casos en la historia del arte en que los artistas han pasado por momentos de inseguridad que los han llevado al borde del suicidio, crisis mentales, o bien un bloqueo creativo temporal o permanente. El Dr. Richard Kogan, pianista virtuoso y un distinguido psiquiatra ha dedicado su vida a estudiar la relación entre la creatividad artística y las enfermedades mentales. En sus conferencias cita a Beethoven con sus ataques recurrentes de paranoia; Tchaikovsky, que tenía brotes de depresión suicida; Robert Schumann, que sufría una permanente oscilación de estados de ánimo, que lo llevaría a terminar su vida en un asilo mental y, el caso más impresionante: Sergei Rachmaninnof, quien después del fracaso de su primera sinfonía dejara de escribir completamente por sentir que no valía la pena como compositor, y que después de una sesión de terapia con el psicoanalista Nikolai Dahl, escribiera las páginas más bellas del repertorio concertístico, con su segundo concierto para piano.

El poeta Antonin Artaud escribió sobre la obra de Van Gogh: “[…] paisajes de fuertes convulsiones, traumas frenéticos, como un cuerpo cuya fiebre trabaja para llevarlo a la salud exacta”.  Van Gogh es la representación fiel del artista insaciable cuya fiebre creativa forcejea -para mantenerse viva- entre dos franjas de la realidad, la que ensombrece y la que exalta la brillantez de su genio.  

A pesar de reconocer que la batalla del arte es interminable, y que exige del artista un carácter con temple y tolerancia a la frustración, hay veces que el artista sucumbe ante el cisma que estas dos realidades producen en su espíritu, y no puede más. En muchas otras, irrumpe vencedor para establecer y mantener una ráfaga creativa permanente y duradera. . 

Si la vida es frágil, el arte también y mientras haya vida, el conflicto de los artistas nunca terminará. También es posible que su obstinada inconformidad con el mundo y su deseo de mejorarlo, sea la principal fuente de inspiración y el motor que los mantiene creando sin cesar. 

Termino con una reflexión en la que se refleja la dualidad profunda en la que vive el artista.

El artista es fiel representante de todo lo opuesto. 

Tiende a lo más elevado del espíritu , pero también tiende a la soledad. 

De un estado eufórico creativo, puede caer de repente en la tristeza de la incomprensión. 

Obsesionado por definir, con la más pura exactitud técnica, la más impreciso de un sentimiento o de una emoción. 

En su mente debe conciliar ángeles con demonios, luz con oscuridad, experiencias con sueños. 

A veces debe tocar fondo para tocar el cielo y en su arte se siente libre pero, a veces, también se siente preso. 

Alex Mercado.

¿Qué nos estamos perdiendo cuando escuchamos música?

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Existen múltiples maneras de escuchar música. Así como puede tratarse de una simple experiencia acústica registrada a través de nuestro sistema auditivo e interpretada como un estímulo sonoro agradable, cuya finalidad es el esparcimiento, la distracción o el complemento a alguna otra actividad, la música también puede ser una experiencia transformadora e impactante, que absorbe nuestra atención total y de la que derivamos absoluto placer. La música suele entrar a nuestro oído como un cúmulo de información genérica, neutral y no decodificada, pero cuando le ponemos atención, cuando nos permitimos absorber los estímulos sonoros con discernimiento, la experiencia puede ser mucho más profunda y placentera. A final de cuentas, todos esos impulsos sonoros constituyen un lenguaje que alguien está utilizando para expresarse y por lo tanto, debemos preguntarnos si hay algo que podamos hacer para profundizar nuestro nivel de escucha y si existe una forma correcta de escuchar. Debemos considerarnos como el otro extremo del círculo de comunicación, porque en realidad, el proceso de creación de la música termina con nosotros. Somos el receptáculo final. 

Para saber si escuchamos bien, debemos de preguntarnos en qué consiste la música. ¿Qué escuchamos cuando escuchamos música? ¿Qué estamos buscando de esa experiencia?

Para responder a esta pregunta, es oportuno nombrar aquellos elementos que nuestro sistema auditivo percibe y que son decodificados como las entidades constituyentes de aquello que llamamos música. 

  1. Notas.                                                                                                                                                                        

Las notas son aquellas frecuencias fijas que surgen como resultado de un sistema de organización específico: el sistema temperado que produce 12 sonidos diferentes a partir de la división de la octava en partes iguales. Son producidas mediante cualquier instrumento musical afinado y diseñado para generar entidades sonoras que se imprimen en nuestro sistema auditivo, para ser posteriormente interpretadas en mensajes más profundos.

2. Melodía. 

Con características especiales de registro y de diseño sonoro, la melodía es la línea que posee la identidad suficiente para poder distinguirse dentro del entramado de la música y por ello la identificamos fácilmente. 

3. Armonía.

Simultaneidades de notas o acordes que se rigen mediante las leyes del sistema tonal de armonía, a partir del cual se pueden establecer correspondencias y jerarquías para construir estructuras elaboradas o canciones. 

4. Ritmo. 

Se deriva de la organización del material melódico y armónico en intervalos de tiempo regulares o irregulares, produciendo una secuencia lineal de sonidos. 

5. Instrumentos. 

Medio a través del cual se manifiestan los tres elementos anteriores, en conjunción con la ejecución de un intérprete. El oído percibe la emisión del sonido a través del material que produce las vibraciones -cuerda, metal o madera- y a través de la manera en que el intérprete lo manipula físicamente. 

6. Texturas. 

La combinación de instrumentos produce diferentes texturas regidas bajo los principios de la orquestación. Existen innumerables maneras de combinar instrumentos para lograr efectos específicos. Es importante conocer los timbres de cada instrumento para poder identificarlos. Recomiendo escuchar la Guía Orquestal para los Jóvenes de Benjamin Britten, que es una obra musical dedicada a la enseñanza del reconocimiento de todos los timbres orquestales y sus familias. Es importante destacar que aunque se trate de los mismos instrumentos, cada estilo musical requerirá un enfoque técnico congruente con  necesidades estilísticas particulares. 

7. Dinámica.

 Variación de intensidades en la música. Desde la suavidad de un pianísimo hasta la sonoridad plena de un fortísimo, la música pasa, durante una obra, por diferentes matices que tienen el propósito de esbozar con mayor claridad la trama de una historia. 

8. Agógica.

El tiempo es elástico y permite modificaciones en el pulso a lo largo de una obra, acelerando el discurso de manera gradual para indicar la llegada de un clímax, o frenándolo para anunciar la llegada de un final de frase. 

9.  Contrapunto.

Ocurre cuando dos melodías son independientes pero guardan una relación armónica entre sí. Recomiendo escuchar la música de Johann Sebastian Bach para ejercitar la percepción de melodías simultáneas. 

Hasta aquí hemos enumerado los diferentes estratos sonoros que el oído humano percibe. Sin embargo, no contamos con las herramientas suficientes para asegurar que la música, el lenguaje más sublime que existe, se constituya solamente de sonidos y sus posibles combinaciones. Es un tanto ilusorio pensar que se puede crear música a partir de la unión entre un sonido y un concepto teórico sin pasar por el imprescindible impulso de una idea que genere el contenido de un discurso mediante la asignación de un sentido a la construcción de la frase. No, las notas, los ritmos y las armonías son solamente el medio físico a través del cual la esencia de la música se manifiesta. Los elementos constituyentes son el disfraz -muy bello por cierto- que oculta el verdadero rostro de la música. Si nos quedamos atrapados en esta capa superficial, nuestra experiencia corre el riesgo de volverse puramente estética. Sería como contemplar una combinación agradable de colores en una pintura, espléndidas y elaboradas formas en una escultura; sería como dejarse llevar por el ritmo de un verso en la poesía y caer en la red de las palabras cuya belleza se convierte en una especie de celada que nos aleja del mensaje escondido en sus estratos más profundos. 

Hemos llegado al punto en que el lector irremediablemente se preguntará, si esto es sólo el vehículo a través del cual se manifiesta la música, entonces, ¿Qué es la música? ¿Cuál es esa escondida esencia y cómo podemos encontrarla? 

¿De qué nos estamos perdiendo cuando escuchamos este maravilloso lenguaje?

  1. Lenguaje. 

Si la música es un lenguaje entonces todos las vibraciones que, en diferentes presentaciones y combinaciones están penetrando en nuestro campo consciente a través del sonido, tienen la finalidad de transmitir una idea específica a través de un discurso cuyos componentes no pueden aislarse de ninguna manera, de lo contrario, sería como escuchar fonemas o palabras aisladas dentro de una conversación sin comprender el mensaje. Sería como tratar de derivar una experiencia a partir de la escucha de una conversación en un idioma desconocido y conformamos con percibir la sonoridad -agradable o desagradable- de fonemas de ese lenguaje sin comprenderlo cabalmente. Sería como decir ¡qué bonito suena el francés!  sin entender una sola palabra de lo que se dijo. La responsabilidad de un oyente es encontrar las estructuras que le permitan comprender el flujo de ideas dentro del discurso, por medio de los estímulos sonoros. 

  1. Fraseo. 

Esto nos lleva a la gramática del lenguaje de la música, que, si bien no se ha definido como tal -a pesar de varios intentos de lingüistas- consiste en una manera de generar infinitas variantes de fraseos lógicos con estructuras definidas, a partir del modelo de una frase hablada. La idea debe de comenzar en alguna parte, en un punto bajo del registro del instrumento, el inicio de una sección, después de un punto de reposo en la armonía o simplemente como preludio de un climax en la trama de la obra. Toda frase tiene un camino y un destino, una trayectoria bien trazada, un hilo conductor que, como escuchas, debemos de descubrir. Toda frase tiene un principio, un climax y un desenlace, que propiciará el inicio de otra frase, perpetuando así el encadenamiento de ideas musicales organizadas. Para poder descubrir las cualidades de una frase musical, es necesario detectar el principio de la misma y seguir su trayectoria de la misma manera en que podríamos seguir, con el sentido de la vista, un objeto que se mueve en el espacio, sin despegar ni un momento la mirada de él. Al disponernos a escuchar música de esta manera, comprendemos que la idea que se quiere transmitir y la frase mediante la cual se manifiesta son más importantes que las notas que utiliza. Prueba de ello, es que se puede transmitir la misma emoción con notas diferentes. 

  1. Emoción.  

Si la música es un lenguaje, entonces es el más sublime de todos, porque lidia con una gama infinita de emociones y sentimientos tanto en la emisión como en la recepción del mensaje. El lenguaje de la música explora la relación ontológica entre los seres humanos. 

  1. Actitud.

El gran trompetista de jazz Miles Davis solía decir  “cada nota que ejecutas es 90% la actitud con la que la tocas”. El carácter de un intérprete se imprime en cada nota, determinando su fuerza y su grado de impacto en el oyente. . En cierta forma es como un molde en el que el intérprete puede depositar toda su esencia. A través de la consciencia y la concentración, el escucha puede determinar hasta qué punto ese molde va lleno.  Desde esta perspectiva, la nota musical en sí misma pierde relevancia y se convierte en un elemento secundario y supeditado a la preponderancia del discurso y la actitud con la que se manifiesta. 

  1. Cultura. 

La música es una representación fiel de la cultura de una individuo dentro de su contexto social y temporal. Cuando escuchamos música, es posible escuchar la idiosincrasia de todo un pueblo, forjada a través de los años por una sucesión de prácticas individuales y colectivas que, a través del tiempo e innumerables medios, conforman una visión del mundo y una determinada postura para enfrentarlo . Cuando escuchamos jazz escuchamos la historia de la raza afroamericana que, durante la época de esclavitud, se ve neutralizada, brutalizada y discriminada. Su deseo de liberación está encarnado en cada nota sincopada, mezclado con un vaivén entre alegría y tristeza, extremos que oscilan y navegan en ritmos inquietos que nos remontan hasta su origen:  África.  Cuando escuchamos las Polonesas de Federico Chopin, escuchamos el eco de remembranza de una patria lejana y la profunda nostalgia del eterno exilio en el que vivía después de haber abandonado tierras polacas para mudarse definitivamente a Paris. Cuando escuchamos cualquier estilo musical folclórico, escuchamos las raíces y costumbres de cada pueblo, que se van transmitiendo de generación en generación hasta llegar a nuestros oídos a través de esas notas que transmiten historias, creencias, y costumbres en delicadas vibraciones a través del tiempo. 

  1. Historia. 

Cuando escuchamos música, escuchamos la evolución que ese estilo musical ha tenido a lo largo de la historia. No solo eso, sino que escuchamos la evolución que la música ha tenido como manifestación artística y su impacto que en el desarrollo de la civilización. Cada obra musical lleva consigo una lección de historia, porque es producto de la concatenación de circunstancias y hechos que le han dado origen. 

  1. Atemporalidad.

Cualquier obra musical de cualquier época en la historia de la humanidad es producto de una serie de elementos que son comunes a todos los creadores y todos los seres humanos. Cualquier ser humano puede proclamar como propio el territorio conquistado por la experiencia y la historia personal que genera sentimientos y emociones particulares a esas vivencias. Asimismo los deseos, las proyecciones, el instinto de supervivencia y superación son cosas que, como escuchas,  compartimos con los creadores, lo que nos permite alcanzar una identificación plena con la manifestación artística que los plasma. Independientemente del contexto cultural, temporal y social, cada obra es una representación del sentir universal a través de los tiempos. 

Todo esto último, lo que yo llamo la dimensión profunda de la música y que se encuentra escondida y esperando a ser descubierta detrás del disfraz del vehículo que la representa, es lo que la música tiene en común con todas las formas de arte, cada una distinguiéndose de la otra a través de las particularidades de cada medio de transmisión del mensaje. En la pintura, el color y la forma distribuyéndose en el espacio delimitado del lienzo; en la escultura, el material formando la figura y distribuyéndola  en dimensiones espaciales; en la literatura, la palabra al servicio de una idea y ésta, al servicio de la trama de una historia.

“Deshaced ese verso.

Quitadle los caireles de la rima,

el metro, la cadencia

y hasta la idea misma.

Aventad las palabras,

y si después queda algo todavía,

eso será la poesía”. 

Estas palabras de León Felipe, y la célebre frase de Wolfgang Amadeus Mozart “la música está detrás de las notas” nos invitan a reflexionar sobre la manera en que percibimos el arte. Nos invitan a descubrir todos aquellos tesoros que aguardan detrás de la superficie y que harán que la escucha de la música se convierta en una experiencia poderosa y verdaderamente transformadora. 

Cuando escuchas música, ¿qué escuchas? 

50 aforismos sobre Arte de Alex Mercado, en el Día Mundial del Arte

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La importancia del arte en la sociedad ha tenido una evolución importante en los últimos años, lo cual ha permitido que se fortalezca el vínculo entre los creadores y todas las instancias que colaboran en la producción, promoción y difusión de esta actividad, que siempre ha pugnado por obtener mayor reconocimiento. Un paso importante hacia la consecución de este objetivo, es la celebración del Día Mundial del Arte que, desde el 2012 y cada 15 de abril, se celebra para promover la importancia del arte como uno de los elementos definitorios y transformadores más importantes de la sociedad. A continuación presento una selección de 50 aforismos de mi autoría sobre arte y el quehacer de los artistas, algunos publicados en mi libro Arte, Consciencia y Vida. 

  1. En el arte hay que encontrar qué decir y después averiguar cómo decirlo.

2. Una vida que se vive con la suficiente consciencia produce arte como consecuencia, obedeciendo a una necesidad absoluta de manifestar la unicidad de la experiencia.

3. Existen innumerables medios para capturar una obra de arte, pero ninguno será tan poderoso como el corazón y la mirada de un espectador. 

4. Cada obra de arte es única, porque está creada desde la experiencia, impregnada del ser y barnizada con el momento presente. 

5. Cada obra de arte denota una batalla del artista consigo mismo;  entre su ego y su humildad, entre su pasado y su presente, entre el artificio y la verdad.

6. El artista no calla aunque la sociedad no necesite que hable. El artista no deja de contar sus historias aunque nadie se las pida. El artista no deja de crear aunque dejen de creer en él. El artista es artista en silencio, en privado, aunque  en público parezca una persona común. (la persona común también tiene un artista callado dentro). El artista no deja de ser artista cuando terminó de trabajar. Se lleva su arte a su casa. Sí, se lleva su poesía, sus notas, sus colores. Es su arte, porque no es artista por profesión sino por convicción. La sociedad sabe -en secreto- que no hay manera de silenciar a un artista, porque su voz es otra, no la de su cuerpo sino la de su alma. 

7. El arte no sólo es oficio, también es lenguaje.

El arte no sólo se estudia, también se vive.

El arte no sólo es bagaje, también es mensaje.

El arte no sólo es concepto, también es significado.

El arte no sólo es pericia, también es intuición.  

El arte no sólo es un paradero, también es una travesía. 

El arte no sólo es destreza, también es belleza. 

8. Cuando la inspiración se consuma en una obra de arte,  —un disco, un libro, una pintura — cuando el artista se atreve a mostrarla y a compartirla provocando reacciones positivas, nos percatamos que cada creación artística es un verdadero milagro, una osadía de la vida y un instinto de supervivencia.

9. Que los gustos estéticos particulares no te impidan observar y disfrutar la belleza que hay en la diferencia y en la singularidad de todas las obras de arte. 

10. El arte siempre estará ahí para recordarnos lo que que somos, lo que podemos ser y lo que hemos dejado de ser.  

11. El arte es un bien precioso poco apreciado. 

12. El arte, la maestría y la belleza son frutos de un talento cultivado con disciplina diaria, perseverancia incansable y pasión determinante. 

13. ¿El sentimiento viaja? Sí. Pero necesita hacerlo en la sencilla envoltura de una palabra sincera, en el rayo de luz de una tenue mirada, o en el molde sonoro de una nota musical. 

13. Ser artista te permite estar en más de un lugar a la vez. Tu cuerpo se desdobla en arte para viajar hacia todas las direcciones en tiempo y espacio alcanzando otros oídos, otros ojos, otras almas, que nunca te conocerán personalmente, pero sí a tu obra, que representa fielmente tu esencia, aún más que tu vaga silueta o que tu propio nombre. Las distancias se estrechan, los tiempos se acortan, seres se conectan. Cuando alguien contempla tus obras en otras tierras o en otros tiempos, sucede el milagro: tu ser ha comulgado con otro sin conocerse.

14. La próxima revolución será la del arte, cuando haya más creadores que políticos, más obras de arte que billetes y más belleza que ignorancia.

15. El artista debe ejercitar todos los días tres cosas: la técnica, la mente y el espíritu.

16. El artista se mueve con el viento, a la deriva con su propia vela, no coerce, no es esclavo más que del dictamen del gobierno del Arte y la conciencia, y escapa a toda ciencia que lo ejerce. Al poeta lo mueve su pluma, al músico sus notas; no tiene agenda y esclarece lo turbio con la luz del sentimiento. 

17. El artista debe ser partidario de la libertad. 

18. El arte es un puente para conectar dos almas en búsqueda, dos almas abiertas que se exploran a través del sonido, del color y del tiempo para conjugar una nueva historia de reencuentro. 

19. El arte es la llave para extraer nuestro tesoro interior. 

20. El alma es el único hogar y el destino final de una obra de arte.

21. Un libro nunca se termina de leer.

Una canción nunca se termina de escuchar.

Una pintura nunca se termina de contemplar. 

Una obra de arte nunca se termina de comprender. 

Porque la obra de arte -como la vida- es una representación de un camino que nunca se termina de recorrer. Porque en ella quedó plasmada el paraje, el intermezzo de una vida. Porque la obra se adapta a nuestra fluctuante percepción y a su capacidad de descubrimiento. Cuando crees que comprendes, la obra de arte te mostrará otra cosa, te hará una seña para que la sigas en esa búsqueda interminable y nunca podrás asirla completamente. 

22. Crea tu obra. Algunos la rechazarán, otros la juzgarán, otros la ignorarán; la mayoría ni siquiera sabrá que existe, pero habrá algunas pocas personas que nutrirán su alma con ella, y por esas pocas vale la pena.

23. En el arte, crear es solo la mitad del camino. La otra mitad es compartirlo. 

24. El arte no está solamente en el lienzo de los pintores, ni en el instrumento de los músicos o en la pluma de los escritores. Eso es tan sólo el medio físico en el que se plasma.  El arte está también en ti, en la manera en que transitas por la vida y la necesidad de expresarlo. El arte es ese fragmento de tu vida que no necesita ser capturado para asumir que existe, pero que espera serlo para trascender. Es ese momento bien sentido que quedó ahí en el libro de tu cuerpo, en el lienzo de tu propia alma o en la partitura de tus acciones. Es esa emoción que se transforma en gesto, ese gesto que se vuelve energía y esa energía que tiene el potencial de transformar al mundo. El medio no hace al arte. La vida es arte contenido. 

25. Una persona debe observar como un fotógrafo, escuchar como un músico, sentir como un poeta, construir su destino como un arquitecto y pensar como un filósofo.

26. Detrás de la subjetividad en el arte se esconde la verdad de la vida.

27. El artista atraviesa el aire y el tiempo con la espada de su arte. Lleva a sus espectadores al cielo y corta sus esperanzas imaginarias con el filo de una emoción verdadera.

28. A veces al artista le gustaría claudicar en la competencia consigo mismo, en la lucha por cambiar al mundo.  A veces al artista le gustaría dejar de perseguir la trascendencia, renunciar a la huella y al legado que está llamado a dejar.  A veces al artista le gustaría dejar de oscilar entre tantos estados de ánimo, no estar tan cerca de la locura, y de vez en cuando, estar satisfecho con su obra.  Pero no puede porque es artista.

29. La misión del artista es comprender, no ser comprendido.

30. La próxima revolución será la del arte, cuando haya más creadores que políticos, más obras de arte que billetes y más belleza que ignorancia.

31. El artista debe ejercitar todos los días tres cosas: la técnica, la mente y el espíritu.

32. El artista que se expresa con honestidad será escuchado con atención.

33. Un día el arte será la moneda de cambio, cuando el mundo se percate de su verdadero valor.

34. No eres artista por simple pose, convencionalismo o escolarización, sino por tu determinación inquebrantable para crear, a toda costa y a todo costo.

35. El arte nos otorga el privilegio de cristalizar aquella experiencia que nos hace únicos.

36. El arte es una de las formas más hermosas de explicar este enigma llamado vida.

37. El hecho de ser artista implica al mismo tiempo una rebeldía y un sometimiento; implica una renuncia y una entrega, un sacrificio y una ofrenda, un compromiso con ideas e ideales, un aislamiento en compañía. El hecho de ser artista implica soñar con los ojos abiertos para despertar a los que viven con los ojos cerrados, desmantelar realidades para desplegar fantasías y trascender la etérea apariencia para emprender una jornada hacia la sólida esencia. El hecho de ser artista implica escapar de convencionalismos limitantes, emerger de la dulzura para coquetear con la locura y hacer de este mundo indiferente un espacio diferente.El hecho de ser artista implica ver lo que la gente piensa y pensar lo que la gente ve. Ser lo que la gente hace y hacer lo que la gente es. 

38. Para poder conmover, el artista necesita ser conmovido primero. Para poder sacudir, necesita ser sacudido primero; y para poder transmitir el mensaje, necesita primero entenderlo. 

39. El arte es un universo que te va mostrando sus verdaderas dimensiones mientras más te entregas.

40. El arte se nutre de la perseverancia, se viste de la experiencia y se cobija con el amor.

41. El arte es un prodigioso mensaje de todo aquello que el hombre piensa y no dice, siente y no expresa, calla y no grita.

42. Una buena fotografía nos recuerda aquello que hemos dejado de percibir. La música nos recuerda aquello que hemos dejado de sentir. Una pintura nos recuerda aquello que hemos dejado de interpretar. Un libro nos recuerda aquello que hemos dejado de contar. Un edificio nos recuerda aquello que hemos dejado de construir. La danza nos recuerda aquello que hemos dejado de disfrutar. El arte nos recuerda cuánto hemos dejado de vivir. 

43. El arte te devuelve en magia lo que entregas en pasión. 

44. Como artista, si no entregas todo en el momento de la creación, te lo reclamará el espectador con su indiferencia.

45. Una obra de arte enriquece nuestras vidas en modos inimaginables, desde relajarnos hasta extasiarnos, desde simplemente motivarnos hasta convertirse en la razón de nuestra existencia.

46. La decisión de ser artista implica ya un reto por sí misma. Significa una lucha constante por ejercer una profesión que suple a nuestra sociedad un producto abstracto y efímero que, a pesar de ser necesario para el bien anímico de los seres humanos, no es valorado lo suficiente en un sistema basado en patrones puramente económicos.

47. En el arte existe una actividad simbiótica constante,  en la que el artista y el espectador se nutren recíprocamente de visiones alternas, tramas subjetivas que conjugan ser, tiempo y espacio, para contar una historia conjunta que alterará la esencia de ambos.

48. La obra de arte es una refracción de la vida misma.  El artista es el prisma que absorbe la realidad y la convierte en un abanico de colores, sonidos y formas.

49. Todos somos arte viviente encarnado en cuerpo, y debemos devolver esa dosis de creatividad que se ha plasmado en nosotros para inyectar al mundo la sustancia que lo hará lucir más bello y más equilibrado.

50. El arte no debe ser comercial para ser difundido, debe ser difundido para ser comercial.

ALEX MERCADO

Mitos sobre la improvisación (segunda parte).

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En la primera parte mencioné algunas de las ideas preconcebidas e inexactas acerca del bello arte de la improvisación. Ideas que han modificando los enfoques que sobre esta actividad se tienen y que han tergiversado su esencia. 

6. La improvisación no es resucitar momentos del pasado.

Uno de los vicios en el que incurrimos todos aquellos que hemos abordado esta aventura, es estudiar una serie de conceptos, técnicas y recursos con el objetivo de prepararnos lo más posible y armarnos con herramientas que nos permitan enfrentar el momento real, al cual llegamos con un arsenal de ideas musicales previamente trabajadas. Sin embargo, tarde o temprano nos damos cuenta de que ninguna de estas ideas logra incorporarse de manera orgánica en nuestro vocabulario. Cada vez que intentamos traerlas conscientemente a nuestro discurso -más que contribuir- interrumpen bruscamente su flujo natural. La razón es simple, todas esas ideas pertenecen a un momento anterior que no es el actual. Son ideas que en cierta manera resucitan desde un momento situado en el pasado y están totalmente desprovistas de frescura. El gran saxofonista Wayne Shorter dijo alguna vez en una entrevista “¿Cómo puedes ensayar para un momento desconocido?”.

7. La improvisación no es lo que viene después del tema. 

No existe un lugar específico o un momento exclusivo para improvisar. En tanto que se disponga de la libertad estilística para hacerlo, cualquier decisión que se tome para presentar un tema de una manera particular ya sea armónica, rítmica y variando el despliegue de los elementos constitutivos, será considerada improvisación. Muchas veces, al presentar un tema,  los músicos nos ponemos en piloto automático, cumpliendo la función rítmica y armónica que el estilo en cuestión nos dicta, como si fuera una encomienda, cayendo en una especie de rol estilístico que predispone al discurso musical a instalarse en un estado de predecibilidad contenida. Esta actitud neutraliza toda disposición al cambio, que es requisito fundamental en la improvisación. 

8. La improvisación es solo para algunos.                                                                                                           

Si la música es un lenguaje, -más que un oficio aprendido- entonces no se necesita  un talento especial para expresarlo. Solo es necesaria la exposición suficiente a los estímulos de ese lenguaje. Una vez asimilado y trasladado a la “segunda naturaleza” del inconsciente, se debe asumir como una necesidad de expresión y por último, encontrar el vehículo idóneo para hacerlo.                                                                                                                                         

9. La improvisación no es pensamiento.                                                                                                            

En el momento en que interrumpimos el flujo de ideas para dar paso al juicio y al control del pensamiento sentimos que hay una fractura en el tiempo, y en ese instante dejamos de escuchar lo que nos rodea. Quiere decir que el pensamiento nos desconectará del influjo de estímulos sonoros e información musical que el presente está preparado para darnos. 

10. La improvisación no es una obligación.                                                                                             

Siempre me he preguntado por qué los improvisadores en algún momento de nuestras vidas hemos sentido cierto sufrimiento, cierta ansiedad mientras creamos espontáneamente. Esa necesidad imperante de cumplir con ciertos canones, de sonar a cierto estilo y de hacer un buen solo, termina por inhibir cualquier sentimiento genuino que podamos tener. Si lo comparamos con un tren parecería que, en lugar de manejarlo, vamos apenas colgados del último vagón para no caer. Después de varias noches de frustración en que los solos no salen de manera natural nos damos cuenta que lo más importante es disfrutarlo, soltarnos y entregarnos a la avalancha de emociones que se viven solo en el presente. Esto me lleva ahora a explicar qué es la improvisación. 

  1. La improvisación es la expresión espontánea de momentos irrepetibles a través del lenguaje de la música. Es percibir lo que te rodea, asumir tu experiencia, sentir la energía concurrente y expresar la unicidad del momento presente a través de diversos vehículos que debemos trascender: el cuerpo, el instrumento y las notas. Si nos quedamos enfocados en cualquiera de estas tres “interfases” de la improvisación, perderemos la oportunidad de traducir la vividez de un momento antes de que se apague. 

2. La improvisación es decisión y elección; engendrar una idea musical a partir de los estímulos del presente, ya sea a través de la interacción con otros músicos o bien de la fuente inagotable de nuestras sensaciones. Una vez engendrada la idea es necesario comprometerse con ella para llevarla en un camino musical nuevo e inesperado, eligiendo entre una infinidad de posibles bifurcaciones, sorteando obstáculos para otorgarle la elocuencia que nos permitirá comunicarnos con nuestro interlocutor.

3. La improvisación es adaptarse a lo que sucede. Independientemente de la preparación que un improvisador ha tenido, llega el momento en que tiene que despojarse de su arsenal de herramientas para poder tener la mente, los oídos y el corazón abiertos para así recibir los estímulos de la realidad y convertirlos en música. Es fascinante la anécdota del pianista norteamericano Herbie Hancock, quien relata que en sus primeros años con Miles Davis, cometió un error durante la interpretación de una pieza en un concierto en vivo. Temeroso por haber cometido una falta o una imprecisión en su ejecución armónica, volteó a ver a Miles Davis, quien mágica y sorpresivamente cambió la nota que estaba ejecutando para adaptarla al “error” de Herbie. En la percepción del legendario trompetista, dicha nota era nueva información que había llegado intempestivamente, con la que había que lidiar, y que había que acoger en el espacio multidimensional del tiempo presente para convertirla en música. Ante el asombro del público y del mismo Hancock, Miles Davis transformó un error en belleza. No fue solo una gran lección para el joven pianista, sino que es una anécdota que nos demuestra la verdadera esencia de la improvisación. Charlie Parker también nos recuerda en una de sus legendarias frases: “Debes de estudiar todo el tiempo, pero cuando llegas al escenario olvídate de todo eso y toca”. 

4. La improvisación es composición en su faceta primaria. El germen de toda composición es una idea musical que se forma de manera espontánea en el imaginario del compositor, y que después es traducida al papel para plasmarse definitivamente. Dicha cristalización automáticamente despoja a las ideas de su fugacidad esencial. Toda composición sigue este proceso de creación espontánea, que en el camino a la permanencia, suele darle a la música una cualidad estática e inalterable, difuminando la noción de que la idea primaria fue generada a partir de la concatenación de varios conglomerados de información con la insólita y desenvuelta frescura del momento presente. 

5. Improvisar es ver la vida como una película de suspenso. Cualquier cosa puede suceder en ese momento que está flotando entre la existencia y la no existencia y que tan solo espera una pequeña dosis de predisposición al riesgo combinado con una decisión de la voluntad para darle cauce. La verdadera improvisación es amiga de la sorpresa y del riesgo. Si tenemos todo preparado, no dejaremos lugar para esos momentos que darán ese toque de magia que define a la creación espontánea. 

6. Improvisar es la oportunidad de llenar un espacio en la interlocución. No olvidemos que la improvisación es la manera más natural para un lenguaje de manifestarse. Tan importante es emitir una idea cómo contar con alguien que la reciba, la interprete y le dé continuidad a través del diálogo. Por eso es tan importante que en una conversación musical, los interlocutores se dispongan a escuchar para entender, entender para hablar y hablar para ser entendidos, completando así el ciclo de comunicación.

¿Cuando se puede considerar que la improvisación es buena o mala? 

Cuando teme, cuando es deshonesta, cuando encuentra una salida forzada a través de conceptos que suplantan la frescura del momento presente con una excesiva planeación. Cuando es fría, falaz y desarticulada. Cuando no se siente, cuando no está impregnada de alma y barnizada por la brillantez del momento vigente; cuando es terca y no está dispuesta a transformarse y a moldearse por nuevos influjos de información musical. Cuando es inalterable. 

La improvisación es osada porque se aventura a lo desconocido para descifrarlo y expresarlo. 

Mitos sobre la improvisación. (1era parte)

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Al tratar de definir el concepto de improvisación en el ámbito musical, encuentro que hay muchas ideas erróneas al respecto, que obedecen principalmente a la imposibilidad de asir algo que es naturalmente etéreo, fugaz y perecedero. Cuando queremos detenernos para observarlo, ya sucedió, y ese análisis posterior no deja de ser frío y calculado, cayendo así en mitos que le dan un aire de complejidad a algo que en principio es fundamentalmente sencillo. 

Me gustaría comenzar estableciendo y enumerando lo que no es la improvisación, para que posteriormente podamos definir -mediante una simple oposición de ideas- lo que realmente es. 

  1. La improvisación no es textura. 

Se piensa que la improvisación es la disposición y el orden con el que se utilizan las notas musicales. En el jazz, la fachada de una improvisación se convierte entonces automáticamente en una sucesión de corcheas, de la misma manera que una improvisación Bachiana podría aparecer como una textura intrincada de líneas que se entrecruzan con una actividad desenfrenada. Sin embargo, improvisación no es textura, más bien, la textura es el vehículo a través del cual se manifiesta. 

  1. La improvisación no es estilo.

Un mito común de la improvisación es que se asocia inmediatamente con el estilo de jazz, a pesar de que los grandes compositores de música clásica como Bach, Mozart, Beethoven, e incluso los románticos como Chopin y Liszt obtenían sus ideas composicionales a partir del arte de la improvisación. La improvisación existe prácticamente en todos los estilos musicales, principalmente en los folclóricos, que son transmitidos de generación en generación a través de una forma de comunicación puramente intuitiva. La improvisación también es inherente a otras formas de arte como la literatura, que en sus inicios -antes que existiera la escritura- se realizaba por medio de la improvisación verbal alrededor de hechos históricos y a través de fórmulas que los trovadores transmitían a generaciones subsecuentes hasta que adquiría un cierto estado de permanencia e inalterabilidad. Esta característica hereditaria de la tradición oral permanece vigente en muchos pueblos en los que la escritura no es determinante para el establecimiento de su identidad cultural. La improvisación, entonces, no es exclusiva de algún estilo o de alguna forma de arte. 

  1. La improvisación no es un misterio. 

Se ha caído en la idea de que alguien – no se sabe quién- (me viene a la mente la figura un tanto caricaturesca de un sabio escondido en las montañas) posee en las arcas de su ser el oscuro y mítico secreto, el santo grial de la improvisación. Se piensa que es un misterio en tanto que no se sabe cómo hacerlo. ¿Puede ser catalogado como misterio algo que es tan natural para todo aquel que lo practica? Ninguno de los improvisadores a los que admiramos podría explicar a ciencia cierta qué es lo que hace cuando improvisa, precisamente porque le es tan natural y tan obvio. Al momento de tratar de describir el proceso y desglosar sus elementos, irremediablemente caen en un laberinto sin salida y terminan tocando para demostrar cómo se hace, esperando que el espectador comprenda o el alumno aprenda por pura  imitación e intuición, más que por la combinación deliberada de conceptos teóricos fríos y calculados. 

La improvisación musical no es un misterio, sino una habilidad natural no descubierta o una verdad no revelada  aún.

4. La improvisación no es perfecta.

Se argumenta que la perfección no existe en estricto sentido y al investigar la definición esta palabra -ahora sí misteriosa- nos damos cuenta que proviene de dos raíces del latín. Sus componentes léxicos son: el prefijo per- (por completo) y factum (hecho). La noción de perfección en la antigüedad se asociaba con toda aquella obra que se encontraba terminada, es decir, hecha por completo, sin falla o algo que le falte. Una iglesia, un cuadro o una escultura. La improvisación, en cambio, al crearse en el momento presente, nunca puede considerarse terminada por completo, como si fuera la meta de una realización de  acciones sucesivas y planeadas para lograr su consecución. Es algo que no quedó plasmado en un medio físico palpable, sino que transcurrió en el tiempo y luego desapareció. Su naturaleza adaptativa y espontánea abren la puerta a información que puede ser catalogada al principio como errónea, pero que en la cadena de sucesos extemporáneos se convierte en un eslabón imprescindible. Por otro lado, se podría argumentar que, al ser el único momento posible -en tanto que sucedió y se terminó-, la improvisación podría ser lo único que merezca la gracia de este calificativo, si se asume que todo lo que sucede es perfecto, simplemente por haber sucedido. 

  1. La improvisación no es los elementos que utiliza. 

La improvisación no es información o datos, sino su deliberada distribución en el tiempo a través de una decisión consciente que sopesa diversas posibilidades en el momento de creación. Es la combinación de los elementos constitutivos del lenguaje o la decisión de no utilizarlos siquiera. Los recursos están dispuestos como una paleta de colores para el pintor, y la improvisación es la elección de servirse de cada uno de ellos como vehículo de expresión en un momento determinado, de acuerdo con las necesidades reales y actuales del ejecutante. 

Continuaré con la segunda parte de este artículo enumerando los otros mitos y por supuesto definiendo con mayor amplitud las cualidades y características de la improvisación. 

10 consejos para interpretar una melodía.

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Así como nuestros ojos se enfocan en cierto aspecto de una pintura, y traen al primer plano lo que pintor ha querido mostrarnos a un nivel protagónico para que le otorguemos mayor importancia en el proceso de percepción, el oído -al escuchar música- detecta naturalmente aquella línea que sobresale por su cualidad etérea, su indiscutible identidad y la fuerza de su discurso: la melodía.

La melodía de una obra es la que acarrea en su textura la narrativa de la historia. La melodía es el foco, es el rostro de la música, es el alma del discurso y, cuando es lo suficientemente sencilla y dotada de expresión, es aquella parte de la música que deja un rastro indeleble en nuestra memoria.

Aún cuando se acepte el hecho de que el ritmo fue el primero en surgir y es el elemento de la música que se asocia con el pulso vital del hombre, la melodía tiene la virtud de asociarse con el instrumento más natural que existe: la voz humana. Para la voz humana es tan natural hablar como cantar, así como par el cuerpo es natural moverse a un flujo de movimiento rítmico controlado y medido.

Una melodía es una sucesión de notas compuesta de motivos o células cuya plasticidad permite plasmar un discurso de manera elocuente.

Estos son mis diez consejos para mejorar en la interpretación de melodías:

  1. Aprende de memoria la melodía para interpretarla de dentro hacia afuera, es decir, no desde la partitura hacia tus dedos, sino directamente desde tu mente. De esta manera podrás controlar mejor tu cuerpo y tus emociones al interpretar una línea melódica.
  2. Si la melodía tiene letra, conocerla te servirá para saber cuál es el contexto y el sentimiento que dieron origen a la composición. Esto también te servirá para asimilar la correspondencia entre las notas y las sílabas que constituyen palabras, lo cual te ayudará a frasear mejor.
  3. Si tocas un instrumento, es muy recomendable cantar la melodía para que al infundirle las peculiaridades de la voz -respiración, articulación, acentuación y unión de las palabras entre frases- puedas aproximarte a la versión más auténtica.
  4. Si tocas un instrumento armónico como guitarra o piano, recomiendo no tomar las notas como entidades independientes plasmadas en el tiempo indiscriminadamente, sino como parte de un complejo textural más grande y coherente. 
  5. Tocar la melodía con intención y presencia de sonido, de tal manera que se haga escuchar por encima de las texturas subyacentes del ritmo y de la armonía. En la dimensión espacial del sonido, la melodía debe tener un fulgor propio que brille por encima de todo lo demás.
  6. Todos los conceptos armónicos,  la disposición de las acordes, el desplegado de las extensiones armónicas y la orquestación de las voces, deben estar al servicio de la melodía, considerando siempre su registro, su discurso, sus giros, sus saltos y su identidad en general.
  7. El ritmo, al ser parte integral de una melodía, debe sustentarla y ayudarle a transitar entre los entramados del tiempo y la estructura de la canción. El sentir de un correcto flujo rítmico hará que la melodía adquiera mayor elocuencia. 
  8. Considerar que las frases de una melodía tienen tres partes esenciales: inicio, clímax, final, resultando en una curva semejante a una ola que se forma, se levanta y rompe, provocando en el escucha un desenlace que suscita la formación de una nueva frase.
  9. Algo que puede ayudar a personalizar la interpretación de una melodía es imaginar que es una improvisación realizada en el momento, que es algo totalmente nuevo y por lo tanto tiene la posibilidad de sonar con esa frescura que solo la espontaneidad puede brindar. Al apropiarte de la melodía, en cierta manera podrás imprimirle tu carácter y temperamento con mayor libertad.
  10. Por último, ser compositor de tus propias melodías te ayudará interpretar mejor las melodías de otras piezas, porque comprenderás su manufactura desde la perspectiva de la creación.

Concluyo con un poema que le dedico al gran pianista norteamericano Keith Jarret, una de mis mayores influencias y en mi opinión, uno de los músicos que mejor interpretan la melodía dentro de una improvisación.

Los eruditos no han estudiado lo que este hombre hace. 

Los músicos tampoco. 

Pocos lo hemos sentido. 

(Quizá eso sea suficiente)

Cantar de esa manera la melodía 

por encima de todo lo que ocurre. 

La estructura armónica, al servicio de ella. 

El flujo rítmico, al servicio de ella. 

La improvisación al servicio de ella. 

El cuerpo entero al servicio de ella. 

La melodía brilla con fulgor propio 

como en una especie de altar cuya prominente vela 

navega en el tiempo. 

En sus manos la música no es tres elementos. 

Es uno solo. 

Alex Mercado