Mitos sobre la improvisación (segunda parte).

By abril 14, 2020Blog

En la primera parte mencioné algunas de las ideas preconcebidas e inexactas acerca del bello arte de la improvisación. Ideas que han modificando los enfoques que sobre esta actividad se tienen y que han tergiversado su esencia. 

6. La improvisación no es resucitar momentos del pasado.

Uno de los vicios en el que incurrimos todos aquellos que hemos abordado esta aventura, es estudiar una serie de conceptos, técnicas y recursos con el objetivo de prepararnos lo más posible y armarnos con herramientas que nos permitan enfrentar el momento real, al cual llegamos con un arsenal de ideas musicales previamente trabajadas. Sin embargo, tarde o temprano nos damos cuenta de que ninguna de estas ideas logra incorporarse de manera orgánica en nuestro vocabulario. Cada vez que intentamos traerlas conscientemente a nuestro discurso -más que contribuir- interrumpen bruscamente su flujo natural. La razón es simple, todas esas ideas pertenecen a un momento anterior que no es el actual. Son ideas que en cierta manera resucitan desde un momento situado en el pasado y están totalmente desprovistas de frescura. El gran saxofonista Wayne Shorter dijo alguna vez en una entrevista “¿Cómo puedes ensayar para un momento desconocido?”.

7. La improvisación no es lo que viene después del tema. 

No existe un lugar específico o un momento exclusivo para improvisar. En tanto que se disponga de la libertad estilística para hacerlo, cualquier decisión que se tome para presentar un tema de una manera particular ya sea armónica, rítmica y variando el despliegue de los elementos constitutivos, será considerada improvisación. Muchas veces, al presentar un tema,  los músicos nos ponemos en piloto automático, cumpliendo la función rítmica y armónica que el estilo en cuestión nos dicta, como si fuera una encomienda, cayendo en una especie de rol estilístico que predispone al discurso musical a instalarse en un estado de predecibilidad contenida. Esta actitud neutraliza toda disposición al cambio, que es requisito fundamental en la improvisación. 

8. La improvisación es solo para algunos.                                                                                                           

Si la música es un lenguaje, -más que un oficio aprendido- entonces no se necesita  un talento especial para expresarlo. Solo es necesaria la exposición suficiente a los estímulos de ese lenguaje. Una vez asimilado y trasladado a la “segunda naturaleza” del inconsciente, se debe asumir como una necesidad de expresión y por último, encontrar el vehículo idóneo para hacerlo.                                                                                                                                         

9. La improvisación no es pensamiento.                                                                                                            

En el momento en que interrumpimos el flujo de ideas para dar paso al juicio y al control del pensamiento sentimos que hay una fractura en el tiempo, y en ese instante dejamos de escuchar lo que nos rodea. Quiere decir que el pensamiento nos desconectará del influjo de estímulos sonoros e información musical que el presente está preparado para darnos. 

10. La improvisación no es una obligación.                                                                                             

Siempre me he preguntado por qué los improvisadores en algún momento de nuestras vidas hemos sentido cierto sufrimiento, cierta ansiedad mientras creamos espontáneamente. Esa necesidad imperante de cumplir con ciertos canones, de sonar a cierto estilo y de hacer un buen solo, termina por inhibir cualquier sentimiento genuino que podamos tener. Si lo comparamos con un tren parecería que, en lugar de manejarlo, vamos apenas colgados del último vagón para no caer. Después de varias noches de frustración en que los solos no salen de manera natural nos damos cuenta que lo más importante es disfrutarlo, soltarnos y entregarnos a la avalancha de emociones que se viven solo en el presente. Esto me lleva ahora a explicar qué es la improvisación. 

  1. La improvisación es la expresión espontánea de momentos irrepetibles a través del lenguaje de la música. Es percibir lo que te rodea, asumir tu experiencia, sentir la energía concurrente y expresar la unicidad del momento presente a través de diversos vehículos que debemos trascender: el cuerpo, el instrumento y las notas. Si nos quedamos enfocados en cualquiera de estas tres “interfases” de la improvisación, perderemos la oportunidad de traducir la vividez de un momento antes de que se apague. 

2. La improvisación es decisión y elección; engendrar una idea musical a partir de los estímulos del presente, ya sea a través de la interacción con otros músicos o bien de la fuente inagotable de nuestras sensaciones. Una vez engendrada la idea es necesario comprometerse con ella para llevarla en un camino musical nuevo e inesperado, eligiendo entre una infinidad de posibles bifurcaciones, sorteando obstáculos para otorgarle la elocuencia que nos permitirá comunicarnos con nuestro interlocutor.

3. La improvisación es adaptarse a lo que sucede. Independientemente de la preparación que un improvisador ha tenido, llega el momento en que tiene que despojarse de su arsenal de herramientas para poder tener la mente, los oídos y el corazón abiertos para así recibir los estímulos de la realidad y convertirlos en música. Es fascinante la anécdota del pianista norteamericano Herbie Hancock, quien relata que en sus primeros años con Miles Davis, cometió un error durante la interpretación de una pieza en un concierto en vivo. Temeroso por haber cometido una falta o una imprecisión en su ejecución armónica, volteó a ver a Miles Davis, quien mágica y sorpresivamente cambió la nota que estaba ejecutando para adaptarla al “error” de Herbie. En la percepción del legendario trompetista, dicha nota era nueva información que había llegado intempestivamente, con la que había que lidiar, y que había que acoger en el espacio multidimensional del tiempo presente para convertirla en música. Ante el asombro del público y del mismo Hancock, Miles Davis transformó un error en belleza. No fue solo una gran lección para el joven pianista, sino que es una anécdota que nos demuestra la verdadera esencia de la improvisación. Charlie Parker también nos recuerda en una de sus legendarias frases: “Debes de estudiar todo el tiempo, pero cuando llegas al escenario olvídate de todo eso y toca”. 

4. La improvisación es composición en su faceta primaria. El germen de toda composición es una idea musical que se forma de manera espontánea en el imaginario del compositor, y que después es traducida al papel para plasmarse definitivamente. Dicha cristalización automáticamente despoja a las ideas de su fugacidad esencial. Toda composición sigue este proceso de creación espontánea, que en el camino a la permanencia, suele darle a la música una cualidad estática e inalterable, difuminando la noción de que la idea primaria fue generada a partir de la concatenación de varios conglomerados de información con la insólita y desenvuelta frescura del momento presente. 

5. Improvisar es ver la vida como una película de suspenso. Cualquier cosa puede suceder en ese momento que está flotando entre la existencia y la no existencia y que tan solo espera una pequeña dosis de predisposición al riesgo combinado con una decisión de la voluntad para darle cauce. La verdadera improvisación es amiga de la sorpresa y del riesgo. Si tenemos todo preparado, no dejaremos lugar para esos momentos que darán ese toque de magia que define a la creación espontánea. 

6. Improvisar es la oportunidad de llenar un espacio en la interlocución. No olvidemos que la improvisación es la manera más natural para un lenguaje de manifestarse. Tan importante es emitir una idea cómo contar con alguien que la reciba, la interprete y le dé continuidad a través del diálogo. Por eso es tan importante que en una conversación musical, los interlocutores se dispongan a escuchar para entender, entender para hablar y hablar para ser entendidos, completando así el ciclo de comunicación.

¿Cuando se puede considerar que la improvisación es buena o mala? 

Cuando teme, cuando es deshonesta, cuando encuentra una salida forzada a través de conceptos que suplantan la frescura del momento presente con una excesiva planeación. Cuando es fría, falaz y desarticulada. Cuando no se siente, cuando no está impregnada de alma y barnizada por la brillantez del momento vigente; cuando es terca y no está dispuesta a transformarse y a moldearse por nuevos influjos de información musical. Cuando es inalterable. 

La improvisación es osada porque se aventura a lo desconocido para descifrarlo y expresarlo. 

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