Mitos sobre la improvisación. (1era parte)

By abril 6, 2020Blog

Al tratar de definir el concepto de improvisación en el ámbito musical, encuentro que hay muchas ideas erróneas al respecto, que obedecen principalmente a la imposibilidad de asir algo que es naturalmente etéreo, fugaz y perecedero. Cuando queremos detenernos para observarlo, ya sucedió, y ese análisis posterior no deja de ser frío y calculado, cayendo así en mitos que le dan un aire de complejidad a algo que en principio es fundamentalmente sencillo. 

Me gustaría comenzar estableciendo y enumerando lo que no es la improvisación, para que posteriormente podamos definir -mediante una simple oposición de ideas- lo que realmente es. 

  1. La improvisación no es textura. 

Se piensa que la improvisación es la disposición y el orden con el que se utilizan las notas musicales. En el jazz, la fachada de una improvisación se convierte entonces automáticamente en una sucesión de corcheas, de la misma manera que una improvisación Bachiana podría aparecer como una textura intrincada de líneas que se entrecruzan con una actividad desenfrenada. Sin embargo, improvisación no es textura, más bien, la textura es el vehículo a través del cual se manifiesta. 

  1. La improvisación no es estilo.

Un mito común de la improvisación es que se asocia inmediatamente con el estilo de jazz, a pesar de que los grandes compositores de música clásica como Bach, Mozart, Beethoven, e incluso los románticos como Chopin y Liszt obtenían sus ideas composicionales a partir del arte de la improvisación. La improvisación existe prácticamente en todos los estilos musicales, principalmente en los folclóricos, que son transmitidos de generación en generación a través de una forma de comunicación puramente intuitiva. La improvisación también es inherente a otras formas de arte como la literatura, que en sus inicios -antes que existiera la escritura- se realizaba por medio de la improvisación verbal alrededor de hechos históricos y a través de fórmulas que los trovadores transmitían a generaciones subsecuentes hasta que adquiría un cierto estado de permanencia e inalterabilidad. Esta característica hereditaria de la tradición oral permanece vigente en muchos pueblos en los que la escritura no es determinante para el establecimiento de su identidad cultural. La improvisación, entonces, no es exclusiva de algún estilo o de alguna forma de arte. 

  1. La improvisación no es un misterio. 

Se ha caído en la idea de que alguien – no se sabe quién- (me viene a la mente la figura un tanto caricaturesca de un sabio escondido en las montañas) posee en las arcas de su ser el oscuro y mítico secreto, el santo grial de la improvisación. Se piensa que es un misterio en tanto que no se sabe cómo hacerlo. ¿Puede ser catalogado como misterio algo que es tan natural para todo aquel que lo practica? Ninguno de los improvisadores a los que admiramos podría explicar a ciencia cierta qué es lo que hace cuando improvisa, precisamente porque le es tan natural y tan obvio. Al momento de tratar de describir el proceso y desglosar sus elementos, irremediablemente caen en un laberinto sin salida y terminan tocando para demostrar cómo se hace, esperando que el espectador comprenda o el alumno aprenda por pura  imitación e intuición, más que por la combinación deliberada de conceptos teóricos fríos y calculados. 

La improvisación musical no es un misterio, sino una habilidad natural no descubierta o una verdad no revelada  aún.

4. La improvisación no es perfecta.

Se argumenta que la perfección no existe en estricto sentido y al investigar la definición esta palabra -ahora sí misteriosa- nos damos cuenta que proviene de dos raíces del latín. Sus componentes léxicos son: el prefijo per- (por completo) y factum (hecho). La noción de perfección en la antigüedad se asociaba con toda aquella obra que se encontraba terminada, es decir, hecha por completo, sin falla o algo que le falte. Una iglesia, un cuadro o una escultura. La improvisación, en cambio, al crearse en el momento presente, nunca puede considerarse terminada por completo, como si fuera la meta de una realización de  acciones sucesivas y planeadas para lograr su consecución. Es algo que no quedó plasmado en un medio físico palpable, sino que transcurrió en el tiempo y luego desapareció. Su naturaleza adaptativa y espontánea abren la puerta a información que puede ser catalogada al principio como errónea, pero que en la cadena de sucesos extemporáneos se convierte en un eslabón imprescindible. Por otro lado, se podría argumentar que, al ser el único momento posible -en tanto que sucedió y se terminó-, la improvisación podría ser lo único que merezca la gracia de este calificativo, si se asume que todo lo que sucede es perfecto, simplemente por haber sucedido. 

  1. La improvisación no es los elementos que utiliza. 

La improvisación no es información o datos, sino su deliberada distribución en el tiempo a través de una decisión consciente que sopesa diversas posibilidades en el momento de creación. Es la combinación de los elementos constitutivos del lenguaje o la decisión de no utilizarlos siquiera. Los recursos están dispuestos como una paleta de colores para el pintor, y la improvisación es la elección de servirse de cada uno de ellos como vehículo de expresión en un momento determinado, de acuerdo con las necesidades reales y actuales del ejecutante. 

Continuaré con la segunda parte de este artículo enumerando los otros mitos y por supuesto definiendo con mayor amplitud las cualidades y características de la improvisación. 

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